Una defensa económica de la inmigración

15.09.2020 19:47

Este artículo fue originalmente publicado por el Instituto Juan de Mariana: www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/una-defensa-economica-de-la-inmigracion

 

 Un tema en boga últimamente es el de la inmigración, seguramente a raíz del modo en que los nacionalpopulistas explotan el asunto tratando de obtener rédito electoral de un montón de medias verdades, dato manipulados y mentiras camufladas. Mientras tanto, la defensa que se suele hacer de la inmigración se tiende a centrar únicamente en el argumento moral -que yo personalmente no encuentro incorrecto-, que no suele convencer a aquellos contrarios a la inmigración, los cuales muchas veces argumentan armándose de falacias económicas sobre el asunto. Es por ello por lo que considero muy importante acudir a la literatura económica disponible sobre los efectos de la inmigración para hacernos una idea de cuales son los efectos reales de esta. Les adelanto algo: la inmigración no es que solamente no sea económicamente negativa para los países de acogida, sino que es enormemente positiva en la gran mayoría de los casos.

A raíz de ello, a lo largo de este texto me dispondré a destapar cuatro falacias económicas muy relevantes, esgrimidas habitualmente por los nacionalpopulistas, y que pocas veces resultan correctamente rebatidas por parte de los defensores de la inmigración y el valor de esta. Para ello, dividiré el escrito en cinco subsecciones relativamente breves y concisas: la falacia del modelo de equilibrio general aplicado al mercado laboral, la negación de que la causa principal de la inmigración sea la pobreza, los principales beneficios económicos de la inmigración y cómo los inmigrantes no solo no destruyen empleo, sino que ayudan a crearlo.

¡Ay, los modelos de equilibrio general!

Si hay algo que me resulta curioso (debates praxeológicos aparte) es cómo en debates de índole económica la gente suele eludir los datos si estos no favorecen su idea previamente establecida, y recurren a la teoría económica más básica y mundana para tratar de rebatir un argumento mucho más elaborado y que probablemente ya haya descontado dicho factor. Esto ocurre mucho en los debates sobre inmigración, en los que aquellos con posiciones contrarias a esta aluden al modelo de equilibrio general más básico para tratar de exponer como un aumento del flujo migratorio podría hacer aumentar la tasa de paro y devaluar los salarios de la población.

El argumento esgrimido suele ser que teniendo en cuenta un modelo de equilibrio general de competencia perfecta (oferta y demanda sin fricciones adicionales), con una parte de la población viviendo en la pobreza, esto causaría un mayor flujo migratorio hacia los países ricos, y ya que estos trabajadores estarían dispuestos a aceptar un salario más bajo en sus países de destino, esto causaría un aumento del desempleo y una devaluación del nivel de rentas salariales agregadas. Es decir, la demanda de empleo se mantendría constante mientras la oferta aumentaría, conllevando a un exceso de oferta (desempleo) y reducción del precio (devaluación salarial). Pues bien, este argumento es una absoluta reductio ad absurdum de libro. Una simplificación a más no poder y que evade toda la teoría, evidencia empírica y literatura disponible sobre microeconomía y economía laboral. Eso sí, el argumento no puede ser más atractivo para aquellos que quieren meter en el discurso los falsos efectos negativos de la inmigración hasta con calzador.

Si queremos analizar a fondo los efectos económicos de la inmigración hemos de tener en cuenta múltiples factores y evitar caer en la simplificación analítica y argumental. A continuación, veremos cuáles son dichos factores.

La guerra como causa principal de la emigración y no la pobreza

Si la pobreza fuera la causa principal de la emigración, serían probablemente los países con menos recursos aquellos que registrarían un mayor flujo de emigración. Y no es este el caso, ya que como he comentado anteriormente, los fenómenos sociopolíticos suelen requerir un análisis multicausal algo más complejo.

Países como Siria, Irak o Guatemala son algunos de los cuales registran un mayor flujo emigratorio, pero no son ni de cerca los más pobres del mundo. Para situarnos en contexto, merece la pena resaltar que la renta per cápita (ajustada por paridad de poder adquisitivo -PPA-) de Irak es prácticamente veinte veces la renta per cápita (ajustada por PPA) de Liberia, y más de diez veces la renta per cápita de Sierra Leona. Es más, los emigrantes no suelen ser los más pobres de sus países, sino ciudadanos de clase media (e incluso media-alta) con relación a la renta per cápita de su país, ya que el coste de desplazamiento, por mínimo que sea, es inasumible para muchas de las familias verdaderamente pobres de dichos países. En este sentido, un estudio del Banco Mundial muestra cómo en Nepal, en los peores años de cosecha y mayor empobrecimiento de la población, la emigración, en vez de aumentar se reducía, ya que un menor número de personas podían afrontar el coste de desplazamiento, señalando el Banco Mundial que las conclusiones de dicho informe serían extrapolables a muchas otras naciones.

Autores como Banerjee y Duflo señalan cómo la guerra o los regímenes políticos opresivos y excluyentes son la principal causa de la emigración, debido a que muchas de las familias migrantes se quedan sin otra alternativa y emplean todo su capital disponible en costear el desplazamiento para resguardarse tanto de la guerra como de las diferentes tiranías políticas existentes.

Beneficios económicos de la inmigración

Algo que debe quedar meridianamente claro es que los beneficios económicos de la inmigración no son únicamente para los inmigrantes, sino asimismo para la población nativa, a través de la generación de abundantes externalidades positivas sobre la economía del país. La evidencia empírica disponible al respecto muestra como, ni siquiera amplios flujos migratorios causarían grandes devaluaciones salariales o aumentos de desempleo.

El economista David Card realizó una magnífica investigación al respecto, empleando el caso del éxodo de Mariel en 1980 como caso de estudio. Card fue muy cauteloso aislando variables exógenas que en ese momento afectaran a la economía estadounidense y detallando cautelosamente el nivel formativo y las características de los migrantes, dotando de mayor rigor su estudio al respecto.

El éxodo de Mariel se produjo entre abril y finales de septiembre de 1980, en los cuales cerca de 125.000 cubanos sin estudios emigraron a Miami, tras una ligera concesión a la emigración por parte de Fidel Castro. Los cubanos en edad de trabajar llegados a Miami supusieron un aumento de la fuerza laboral de la ciudad norteamericana de un 7%. Por lo tanto, podemos observar que en términos relativos fue un gran flujo migratorio de baja formación y muy concentrado en el espacio temporal. La predicción ideologizada de los contrarios a la inmigración sería que esto causaría una fuerte devaluación salarial e incrementaría el desempleo. Pues no. No ocurrió nada de eso.

Para calcular el efecto del flujo migratorio sobre los salarios, Card emplea un modelo de diferencias en diferencias, comparando la evolución de los salarios y la tasa de desempleo de los residentes en Miami, observando la variación de ambas variables justo antes de la llegada de los inmigrantes cubanos y algunos meses después. Card también ajusta el calculo a la situación de ambas variables respecto al resto del país, para poder calcular así cual fue el efecto exacto del aumento migratorio sobre el desempleo y los salarios.

La conclusión a la que llega Card es que el flujo migratorio no tuvo ningún efecto sobre los salarios ni tampoco sobre la tasa de desempleo. Eso sí, los inmigrantes contribuyeron a aumentar el nivel de rentas salariales agregadas, ya que sus rentas se vieron comparativamente aumentadas respecto a su pasado en Cuba.

Tras el estudio de Card, se elaboraron multitud de trabajos en esta misma línea, y todos y cada uno de ellos muestran que el efecto económico de la inmigración sobre el país de acogida es siempre positivo, mientras para los nativos suele ser positivo o neutro, pero no negativo en términos agregados. Algunos de estos estudios (que cito al final del artículo), muestran como la inmigración masiva de la URSS a Israel en 1990, aumentó la población de Israel cerca de un 13%, a la par que generaba un aumento del salario real medio y mediano, y no tenía ningún efecto sobre la tasa de desempleo previa. También existen estudios similares sobre refugiados de guerra de Oriente Medio exiliándose a países como Dinamarca entre 1994 y 1998, donde contribuyeron a la fuerza laboral sin aumentar la tasa de desempleo y elevando el nivel salarial del país, potenciando la formación de los trabajadores nativos y su revalorización en el mercado laboral.

Los inmigrantes contribuyen a generar empleo

Al contrario de lo que tratan de vender aquellos en posiciones ideológicas contrarias a la inmigración, los inmigrantes no solo no aumentan el desempleo, sino que contribuyen a la creación de empleo.

En primer lugar, a partir de un umbral determinado de propensión marginal al consumo, la inmigración generaría un aumento en términos relativos de la demanda agregada, tal y como muestra la evidencia disponible al respecto, como es el caso de los estudios efectuados por Dustmann, Schönberg y Stuhler, en los que una inmigración con una propensión al consumo similar a la de la población nativa, generaría crecimiento económico a través de un aumento de la demanda agregada, aún produciéndose este aumento por un incremento en el consumo de bienes y servicios básicos, lo cual aunque pueda contribuir al crecimiento económico únicamente en el corto plazo, si genera empleo de manera sostenida en el tiempo.

Otra razón curiosa por la que la inmigración puede contribuir a la generación de empleo, mencionada en Good Economics for Hard Times, es la ralentización del proceso de automatización, o la adaptación de la cadencia de este al influjo de nuevos miembros de la fuerza laboral. Esto solo ocurre con la inmigración de bajo valor añadido, es decir, aquellos cuya oferta laboral va destinada a puestos de trabajo para los cuales no se requiere una especial cualificación. Es decir, dichos inmigrantes competirían con máquinas que habrían sido potencialmente adquiridas para ocupar dichos puestos de trabajo, pero no contra trabajadores nativos, que desde un principio demandarían un salario más elevado en el mercado laboral. Esto mismo ocurrió en la década de los años 50 y 60 en California, con inmigrantes provenientes de México que emigraron para trabajar en el sector agrícola. Su llegada no devaluó los salarios ni aumentó el desempleo, pero en una demostración de oportunismo político y demagogia, dichos inmigrantes fueron expulsados de EE. UU. en 1964 bajo el supuesto de que estaban forzando los salarios a la baja para el sector agrícola al completo. Su expulsión, tal y como muestran Clemens et al., incentivó la rápida introducción de maquinaria en la actividad agrícola, ya que esto resultaba mucho más barato que la única alternativa restante, que habría sido emplear trabajadores nativos. El mencionado paper demuestra como la tasa de automatización del proceso de recolección de las plantaciones de tomates pasó de ser de prácticamente un 0% en 1964 a cerca de un 100% en 1967.

Por último, una razón de peso por la que los inmigrantes en lugar de destruir empleo contribuyen a su generación es que normalmente los trabajadores extranjeros están dispuestos a realizar tareas y ocupar empleos que los trabajadores nativos rechazan, conllevando a una asignación de recursos más eficiente y a una optimización del potencial productivo de la fuerza laboral. Algunos empleos como la jardinería, la cocina en restaurantes de comida rápida, la paquetería, etc., suelen estar tomados mayoritariamente (en términos relativos sobre proporción poblacional) por inmigrantes, sin que el trabajador nativo sea un sustituto directo para estos puestos de trabajo en la mayoría de los casos. La literatura disponible al respecto, como el trabajo de la profesora Patricia Cortés, muestra que la inmigración, en estos casos, contribuye a revalorizar el capital humano nativo y a que estos ocupen mejores puestos de trabajo de los que ocupaban con anterioridad, de manera generalizada.

En conclusión, como hemos podido observar, existe multitud de evidencia empírica y literatura económica para refutar los mantras típicos del nacionalpopulismo como que los inmigrantes generan desempleo, devalúan salarios o empobrecen a la sociedad. Tal y como se ha mostrado, los inmigrantes contribuyen a generar riqueza, crear empleo y revalorizar el capital humano de la sociedad.

Referencias

Card, D. (1990), “The Impact of the Mariel Boatlift on the Miami Labor Market”, Industrial and Labor Relations Review, Vol. 43, No. 2

Friedberg, R. (2001). The Impact of Mass Migration on the Israeli Labor Market. The Quarterly Journal of Economics, 116(4), 1373-1408.

Foged, M; Peri, G. (2016), "Immigrants' Effect on Native Workers: New Analysis on Longitudinal Data." American Economic Journal: Applied Economics, 8 (2): 1-34.

Dustmann, C;  Schönberg,U; Stuhler,J. (2017), “Labor Supply Shocks, Native Wages, and the Adjustment of Local Employment”, The Quarterly Journal of Economics, Volume 132, Issue 1

Clemens,M; Lewis, E.; Postel,H. (2018), "Immigration Restrictions as Active Labor Market Policy: Evidence from the Mexican Bracero Exclusion," American Economic Review, vol 108(6)

Cortés, P. (2008), “The Effect of Low-Skilled Immigration on US Prices: Evidence from CPI Data”, Journal of Political Economy 116, no. 3

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