ODA POR UNA UNIÓN LIBERAL

09.06.2019 14:08

Este artículo fue publicadio previamente en La Tribuna del País Vasco: latribunadelpaisvasco.com/art/11099/oda-por-una-union-liberal

 

Si acudimos al diccionario de la RAE en busca del término con mayor faceta polisémica, seguramente este sea la palabra “liberalismo”. En términos más claros, podríamos afirmar que la palabra “liberalismo” se encuentra fuertemente prostituida. En política cada cual emplea dicho sustantivo tal y como le conviene, sin profundizar en la verdadera Historia del liberalismo, ni preocuparse lo más mínimo de referenciar sus ideas con autores adscritos a las mismas previamente. Se infantiliza el liberalismo.

 

 La amplitud de acepciones del liberalismo no se percibe hablando con economistas, politólogos o abogados; profesiones todas ellas relacionadas de alguna manera con las ciencias sociales, y cuyos profesionales suelen tener un amplio dominio de los términos políticos y filosóficos. Aunque siempre hay excepciones. Cuando de verdad nos percatamos del maltrato ideológico al término liberalismo, es cuando ponemos un pie fuera de nuestra esfera ideológica, y preguntamos a gente de otros entornos qué representa para ellos el liberalismo. Hablen con enfermeros, ingenieros, cocineros, diseñadores… y pregúntenles que es para ellos el “liberalismo”. Se percatarán ciertamente que muchos lo confundirán con la socialdemocracia, otros tantos con el libertinaje, otros con el ateísmo, y muchos (me atrevería a decir que la gran mayoría) con el corporativismo. Y esto es muy triste y decepcionante.

 

Pero no confundamos. No es su culpa no conocer la verdadera acepción del término liberalismo, sino la nuestra (de los liberales), que no hemos sabido explicar qué es realmente el liberalismo. No porque nos falte capacidad divulgativa (que también), o que no conozcamos los orígenes e Historia de nuestra ideología, sino porque entre los liberales nos encontramos constantemente en debates sobre la “pureza liberal” de cada persona; cual ganadería de reses bravas. 

 

Muchas veces perdemos el tiempo en debates entre liberales clásicos (como yo me considero), libertarios, paleolibertarios, minarquistas, anarcocapitalistas… y miles de grupúsculos más. Parece como si cada minúscula diferencia entre nuestras ideologías forzara a que nos dividiéramos en nuevas “mini-sectas”. Esta polarización del liberalismo lo único que causa es que destinemos nuestros recursos y energías a debatir entre nosotros en lugar de preparar la ofensiva dialéctica e intelectual contra nuestros verdaderos adversarios políticos: los “socialistas de todos los partidos” (Hayek dixit).

 

Debemos aceptar, independientemente de nuestra posición dentro del espectro liberal, que el liberalismo surge de la mano del conservadurismo (no confundir con tradicionalismo), y no podemos obviar o prescindir de Locke, Burke, Montesquieu e incluso Adam Smith; a quien muchos teóricos incluyen dentro del liberalismo conservador. Como muchos sabrán yo no soy especialmente conservador, pero para tener unas ideas solidas, hace falta conocer el origen de dicha ideología. ¿O creen ustedes que Juan de Mariana era anarcocapitalista?.

 

Por otro lado, los liberal-conservadores deben aceptar que hay ciertas ideas de progreso que no se pueden negar, y muchos campos en los que ni se puede ni se debe retroceder. Como muchos sabrán, soy un firme defensor del matrimonio homosexual (Sí, matrimonio. Siento decepcionaros, Vox), de la gestación subrogada, de la legalización de las drogas, de la eutanasia… ¿Por qué? Porque considero que en todas ellas va implícita la libertad individual. Podemos discrepar, pero no se debe retroceder en avances en el campo de la libertad. No se deben desperdiciar batallas pasadas en las que se luchó por una mayor libertad individual. Ni truncar batallas futuras por esta misma causa. Y eso, los conservadores lo deberían tener en mente. 

 

Por todo ello, dejemos atrás las viejas rencillas del pasado entre los distintos grupúsculos adheridos al liberalismo, y centrémonos en encontrar puntos coincidentes en nuestros idearios, que nos permitan trabajar juntos por una España, una Europa y un mundo más prósperos y libres, valga la redundancia. 

 

Por último, permítanme invitarles cordialmente a todos ustedes a escuchar un discurso similar este próximo jueves 13 de junio en Madrid, a las 19:00 horas, en la Universidad Francisco Marroquín, con motivo de la presentación de mi segundo libro La Revolución del Mercado. 

 

 

 

Sin más dilación, ¡Viva la Libertad!

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