LA QUIJOTESCA POLÍTICA FISCAL DEL DR. SÁNCHEZ

19.09.2018 22:37

La vuelta de las vacaciones siempre es dura. Tratamos de tener paciencia y volver con las pilas recargadas para no cabrearnos a la primera de cambio. Mantener la calma, eso es lo importante. Aun así, y tras una serie de artículos teóricos y epistemológicos que publiqué a lo largo de los meses estivales, toca volver a la realidad y analizar la economía del día a día. Y qué mejor que empezar analizando las locuras económicas (principalmente fiscales) del Dr. Sánchez y sus correligionarios. Para ser fieles a la verdad, he de decir, que Falconetti; como diría Jiménez Losantos,  ya había lanzado algunos globos sonda con anterioridad, y estábamos parcialmente avisados de que podía venir. Ya se había cargado parte de la confianza inversora, pero aunque ahora se desmientan algunas medidas que en un principio anunció, hemos de ser conscientes del pavor implícito en la naturaleza del dinero. 

Sánchez comenzó anunciado que había decidido unilateralmente saltarse el objetivo de déficit del 1,8% que se había pactado previamente con Bruselas. Así, al estilo Tsipras. Se nos vendía la idea de que salirse de la senda del déficit no sería importante y de que esto se compensará en el medio plazo con un renovado hachazo fiscal. Es realmente curioso, que las medidas impositivas anunciadas por el Gobierno central se centren solo en los “ricos”, ya que en realidad es solo una manera de maquillar que estos impuestos afectarán a casi el 80% de las familias españolas. Vamos, un auténtico atraco. Pero sigan leyendo si se quieren reír un rato, y es que el Dr. Sánchez pretende luchar contra la austeridad gastando 150.000 millones más durante su legislatura, como si el gobierno español no se hubiese endeudado en casi 700.000 millones de euros en 7 años. Sánchez se debe pensar que vivimos en Singapur. El nefasto control del gasto público que ha habido en España desde la finalización del mandato de José María Aznar, es la clara prueba de que la austeridad en España no es más que una falacia intensivamente repetida; para desgracia de los que realmente creemos necesarias políticas de auténtica austeridad. Pero antes de pasar a la parte del tsunami impositivo, analicemos un poco el despilfarro público de la industria política en España.

 

En primer lugar, aquellos que temían que la sanidad fuese gestionada de manera privada, obligan a todos los contribuyentes a pagar 15.000 millones más al año, derivados de la sempiterna ineficiencia de la gestión pública. Tras ello, cabe mencionar que el programa de recompra de deuda del BCE finalizará hacia finales de diciembre, y España tendrá que sacarse las castañas del fuego. Ya era hora. Y es que, la única manera de encontrar nueva financiación para 140.000 millones al año para renovar los intereses y vencimientos de la deuda, es a través de una mayor atracción de capital extranjero, generando crecimiento sólido y ofreciendo estabilidad para mayor seguridad inversora. Falconetti, mientras tanto, solo ha lanzado globos sonda en la dirección opuesta.

Con una deuda cercana al 100% del PIB, no es posible llevar a cabo políticas que supongan saltarse el déficit, romper el orden constitucional para elevar el techo de gasto o meter un sablazo fiscal a todas, me reitero, todas, las familias y empresas. Para muchos, esto que acabo de decir puede parecer de perogrullo, pero otros para entenderlo parece que tuvieran que sacarse un máster, o un doctorado.

Entrando en materia de política fiscal, el gobierno de Sánchez y tras no sucumbir a los cantos de sirena de Podemos (que proponía fijar el umbral en 60.000 euros), ha decido subir el IRPF a todas aquellas personas que perciban rentas por encima de los 140.000; que están solamente cerca de las 180.000 – 200.000, algo que según el PSOE servirá para financiar algunos elementos de la política pública como el déficit de la seguridad social, o sanidad y educación, palabras que siempre se entrecruzan en la boca de los socialistas, pero sin ningún significado real por su parte. ¿Y saben por qué? Porque este aumento de la recaudación jamás se produciría debido a la alta elasticidad de la base imponible española. Según estudios presentados por el doctor en economía Juan Ramón Rallo, en su blog “Laissez Faire”, esta alta elasticidad de la base imponible española, podría hacer caer la recaudación entre 2.000 y 3.000 millones al año, dependiendo de la cuantía del rejonazo fiscal, que se estima de casi 10 puntos porcentuales a algunas rentas altas (dependiendo de la comunidad autónoma de residencia). Aun siendo así la situación, alguno socialistas la defienden principalmente en base a la eterna falacia de la “justicia social”, y es que lo que no entienden  es que no hay mayor justicia social que la liberalización de la economía, ya que permite un mayor crecimiento y desarrollo socioeconómico, conllevando por lo tanto a menor desempleo y pobreza.

Pero ahora hablemos de impuestos pigouvianos. ¿Qué son estos impuestos? Bien, de manera resumida, estos impuestos fueron la conclusión de una de las variadas teorías del economista inglés del siglo XIX, Arthur Pigou, que exponía como las externalidades negativas de los agentes económicos (como por ejemplo, la polución de las fábricas), podía ser compensada indemnizando a aquellos que saliesen perdiendo por estas externalidades (en el caso de la polución, los ciudadanos, ya que les empeora su estado de salud). Esta compensación vendría a través del cobro de impuestos a las empresas para indemnizar a dicho grupo de personas. Pero no, los impuestos al diésel de Sánchez no son pigouvianos, es más, son regresivos, es decir, afectan más a las clases más bajas, ya que 15 millones de personas (principalmente autónomos y de rentas bajas) son en los que se concentra el mayor consumo de diésel. Otro robo en toda regla.

Por último, y aunque me faltan muchos, debido a la limitación de espacio y al tedio que pueda generar en el lector, hay un último impuesto que me gustaría comentar. Se trata del impuesto extraordinario a la banca (que al final somos todos) de un 8% añadido a Sociedades. Este impuesto no mejorará la recaudación en absoluto, y si lo hace, las estimaciones más optimistas apuntan a que solo aumentará la recaudación cerca de 1.000 millones, lo que no daría para cubrir ni una vigésima parte del agujero de la Seguridad Social, y ni una trigésima parte del coste anual en administraciones paralelas (que se estima en 28.000 millones). Este impuesto de nuevo será totalmente regresivo, ya que hará que los bancos, para mantener beneficios, se vean forzados a reducir el interés que ofrecen en los depósitos, mientras aumentarían el tipo de las hipotecas y prestamos de manera generalizada. ¿Quién sufriría esto? Principalmente las personas de renta baja y media, ya que aquellos individuos con mayor capacidad económica suelen tener acceso a vehículos de inversión alternativos de mayor rentabilidad y menor coste. Es decir, ¡Dr. Sánchez, está usted expoliando a la clase media! Incluso se ha planteado que este impuesto pudiese ir contra las leyes tributarias de la UE, ya que puede estar incurriendo en una doble imposición, pero eso ya es hilar demasiado fino para lo que nos concierne en este artículo.

Para cerrar, porque ya me estoy poniendo nervioso, solo cabe recordar que las políticas socialistas nunca han supuesto un gran crecimiento estructural en este país, y que su legado de desempleo y déficit mientras tanto, daría para rellenar miles y miles de folios. Recuerden, Falconetti es Zapatero tras haberse sometido a cirugía estética, o si lo prefieren, Pablo Iglesias con corbata. Ante el tsunami fiscal, luchemos por la libertad.

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