EN DEFENSA DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

24.09.2019 10:14

Les voy a ser sinceros. Esta semana pensaba escribir sobre política monetaria, tras los últimos movimientos del BCE y la Fed. Pero hubo algo que me hizo cambiar de idea repentinamente. Dicho cambio surgió a raíz de un pequeño debate en Twitter acerca del desarrollo del capitalismo en perspectiva histórica, hasta que un periodista de carácter ultraconservador (y anticapitalista) puso dos fotos, una de una familia campesina en la etapa preindustrial, y al lado una foto de una fábrica repleta de telares hidráulicos con mujeres y hombres trabajando en ella. Su comentario fue una crítica al capitalismo basado en sus preferencias de modelo de sociedad, y señalando que, entre esas dos sociedades planteadas, él hubiese escogido vivir en la etapa preindustrial. Tras leerlo, aunque no lograba dar crédito de que alguien fuese capaz de negar los avances y mejoras propiciados por el capitalismo a lo largo de los últimos 250 años, le respondí con un gráfico del historiador económico Angus Maddison, en el que se mostraba el brutal despegue en términos de PIB per cápita de la sociedad europea desde mediados del siglo XIX, y tras la expansión de la Revolución Industrial. 

 

Por ello, en este artículo me he propuesto resumir las causas del gran aumento de productividad que conllevó la Revolución Industrial, y los correspondientes efectos tanto directos como indirectos de dicha mejora sobre diversos indicadores que reflejan la situación de la sociedad de la época. Muchas veces oímos hablar de la Revolución Industrial, ¿pero sabemos realmente lo que comprendió tal proceso de enorme magnitud en el plano económico?

 

La Revolución Industrial fue el proceso de crecimiento económico comprendido entre los siglos XVIII (a partir de la década de 1760 en Gran Bretaña) hasta finales del siglo XIX, cuando termina de expandirse la Revolución Industrial por toda Europa. Muchas veces tendemos a pensar que durante la Revolución Industrial solamente se produjeron avances e innovaciones en el sector manufacturero. Sin embargo, lo cierto es que también tuvieron lugar importantes mejoras en tantos otros ámbitos, como la agricultura o los trasportes. 

 

La mayor parte de las innovaciones agropecuarias se produjeron en los Países Bajos durante la segunda mitad del siglo XVIII, y tras ello fueron transferidas a Gran Bretaña y el resto de países lideres en Europa. Mientras tanto, en el proceso de innovación técnica en la industria manufacturera y los transportes, se observa un flujo inverso, es decir, la mayoría de las innovaciones industriales surgieron en Inglaterra, por presentar las condiciones más favorables a la innovación y el desarrollo de nueva maquinaría, que algunos años después sería exportada al resto de Europa, generalizándose así los beneficios socioeconómicos promovidos por la Revolución Industrial. Eso sí, las primeras exportaciones de maquinaría, de planos e, incluso, la emigración de técnicos industriales tuvo que hacerse de manera clandestina hasta el año 1825, ya que hasta entonces las leyes británicas prohibían la exportación de capital industrial (y humano) a otros países europeos que pudieran plantarles caras. 

 

La Revolución Industrial fue, a su vez, la revolución del ahorro, la inversión, la acumulación de capital y el gran desarrollo de las clases medias y populares. El problema se encuentra en que solemos asociar la Revolución Industrial tan solo a dos invenciones muy tópicas (sin intención de restarles importancia) como son el telar mecánico y la energía a vapor, olvidándonos de otras tantas como los avances en seguridad contra gases explosivos, el dinamo, el globo atmosférico, o el primer telégrafo. Todas ellas invenciones que facilitaron enormemente la vida de la gente común elevando exponencialmente su nivel de bienestar. 

 

Las nuevas máquinas eran propulsadas en un primer momento por energía hidráulica, tras lo cual se introdujo el motor a vapor, sustituyendo el empuje físico aportado por hombres o animales, tal y como había sido hasta el momento. ¿Acaso no fue un avance la posibilidad de especialización de los trabajadores de la época en empleos menos demandantes físicamente pero mucho mejor remunerados?

 

La época previa la Revolución Industrial se había caracterizado por un crecimiento marcado por la explotación de materias primas de muy baja productividad y eficiencia energética (de naturaleza orgánica, como madera o abono animal), lo que hacía que se tuviesen que consumir mayores cantidades, y algunas materias, como los tintes vegetales, comenzaran a escasear. Dicho agotamiento de la vía extensiva de crecimiento económico se solucionó tras la llegada de la Revolución Industrial, que sustituyo las materias orgánicas por otras materias primas más abundantes como el carbón mineral, el hierro, los ladrillos, los fertilizantes químicos… contribuyendo todo ello a un aumento exponencial de la productividad y la eficiencia de los procesos productivos y agrícolas. 

 


 

La ciencia y la ingeniería llegaron con toda su fuerza a Europa, entrando en su proceso de máxima expansión a partir de la década de 1860, periodo que los historiadores económicos denominan como “Segunda Revolución Industrial”. En este lapso las innovaciones se centraron sobre todo en la química, la metalurgia, los transportes y la comunicación. Algunas invenciones relevantes fueron el motor diésel, los explosivos, la máquina de escribir y el perfeccionamiento de tractores y segadoras; por mencionar solo algunos. 

 

Por otro lado, no debemos olvidar un factor muy relevante; el cual ya menciona Adam Smith en La Riqueza de las Naciones (1776), que viene a ser la aparición de nuevas formas de organización laboral, conocido también como división del trabajo, y la subsecuente especialización que dicho proceso conlleva. Esta nueva división del empleo se basó en la sustitución de algunas explotaciones agrícolas y los típicos talleres artesanales por grandes explotaciones agrarias y grandes conglomerados industriales, que empleaban trabajadores de los alrededores y de las ciudades, expandiendo así dicha creación de valor y riqueza. Tal y como se muestra en el anterior gráfico, la productividad de la economía de la época se vio disparada por las innovaciones técnicas y por este nuevo modelo laboral, que permitía explotar de manera mucho más eficiente las economías de escala disponibles, produciendo una deflación benigna a corto plazo sobre los bienes industriales a causa de la reducción de costes y los aumentos del volumen productivo. 

 

Todas las operaciones, tanto en las explotaciones agrarias como en las fábricas eran divididas entre multitud de trabajadores, encadenando todos los procesos industriales y aumentando la velocidad de producción. Lógicamente dicho aumento de la productividad trajo consigo una notable revalorización de los salarios reales, lo que, a su vez, junto a una mayor afluencia de capital, potenció el ahorro privado.  A diferencia del reparto de tierras de la nobleza entre los campesinos por parte de los jacobinos tras la Revolución Francesa -que supuso un obstáculo para el crecimiento- en Gran Bretaña el ahorro e inversión de los campesinos propició que en el largo plazo varios pudieran convertirse en propietarios de parcelas e incluso pequeñas fábricas, potenciando el crecimiento tanto personal como económico. 

 

Vayamos ahora a los datos reales que muestran la clara mejora de la renta per cápita y las condiciones de vida de todos los estratos sociales de la época. Según un estudio elaborado por el historiador económico N.F.R. Crafts, en paridad dólares de 1970, la renta per cápita creció de $400 anuales en 1760 a $430 en 1800, $500 en 1830, y finalmente $800 en 1860. Es decir, un aumento de la renta media per cápita del 100% en un periodo de 100 años. El estudio de Crafts muestra un crecimiento económico más modesto desde 1760 a 1830, pero que se acelera estrepitosamente de 1830 a 1860 con la difusión de los nuevos avances técnicos por toda Europa, y el inicio de la Segunda Revolución Industrial, tal y como comentaba anteriormente. 

 

 

 

 

En conclusión, la Revolución Industrial supuso un cambio estructural en la economía basado principalmente en el trasvase de factores productivos desde el sector primario al secundario y desde ambos, más tarde, al sector servicios. Las razones de dicho cambio estructural fueron las más puras fuerzas de mercado, y el desarrollo de la tardía sociedad preindustrial generó cambios en las preferencias de los consumidores. Ésta es la razón por la que, durante la Revolución Industrial, y en la década anterior a 1760, la demanda viró hacia los bienes industriales y los servicios, aumentando a un mayor ritmo que la demanda de alimentos. La Revolución Industrial supuso la construcción del mundo moderno, y el escape de la pobreza para millones de personas. Sí al desarrollo. Sí al progreso. Sí a la Revolución Industrial. 

 

 

 

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