EL SEMPITERNO DILEMA DE LA PRODUCTIVIDAD ESPAÑOLA

17.07.2017 14:03

Esta semana, volviendo de Londres, en el aeropuerto de Heathrow, oí un comentario que me llamo enormemente la atención. Estábamos un amigo y yo subiéndonos a la escalera mecánica que nos llevaría hacia la puerta de embarque, con la casualidad de que justo al lado de nosotros se situó una señora mayor, española; típica conservadora clásica. Fui incapaz de escuchar su conversación, ya que se desarrollaba tan solo a un palmo mío. Comenzaron hablando del gran gasto público que tenía España, y siguieron comentando la visita de Estado de SSMM a Reino Unido, pero esto no se salió de la típica conversación o diálogo político; no fue esto lo que me sorprendió. La señora, de repente comenzó a bramar en un tono creciente, que los políticos y la Casa Real deberían reducir sus niveles de gasto, y “emplear este dinero para crear empleo”. Por supuesto, no hace falta que entremos a debate sobre mi posicionamiento favorable hacia una reducción esperpéntica del gasto público en España, sino sobre la idea de que el empleo se debe crear desde el sector público; como pensaba la señora, y sobre todo creer que un desempleo del 17.7% se va a solventar así. Debemos ser conscientes que el nivel de desempleo en España, en contraste a Francia o Italia, es que nuestro país tiene un desempleo estructural, y por tanto las reformas que se propongan para generar empleo; siempre desde el sector privado, deben ir dirigidas al largo plazo, y sobre todo a acabar con el cáncer de la economía española y causante de los niveles de paro históricos… la baja productividad, tanto laboral como capital. Giremos la cabeza por un momento y fijemos la vista en el 2007, el pico de la burbuja, el momento en el que cualquier inversor inmobiliario se creía rico, uno de los mayores booms de la economía española del siglo; pues aún bajo esas circunstancias el nivel de paro era del 8,8% y para menores de 25 años del 19,5%. Nuestro principal defecto se encuentra en que, mirando a EEUU, una economía líder en niveles de productividad, la totalidad de los factores productivos españoles sitúan su productividad un 44% por debajo, y retrocede cada año más, particularmente un 2% desde el año pasado. ¿Quizás el problema sea nuestro y de nadie más? ¿O quizás debamos centrarnos en mejorar en vez de continuamente protestar?

Debemos centrar nuestra política económica, sobre todo la laboral en aumentar el nivel de la productividad española, y llegar a ser capaces de emular a países líderes en la materia como puede ser EEUU. El uso de los factores productivos en la economía nacional española tiende a ser muy ineficiente, ya que como comentábamos con anterioridad se sitúa un 44% por debajo de los niveles americanos. Desde el periodo de la Transición española, y tras el establecimiento de un régimen democrático, la economía española ha crecido enormemente como tendencia general, tras la época dorada de los años 60 y tomando como punto de partida 1980, el PIB en conjunto ha aumentado un 75%, pero a través de un incremento del capital y el empleo utilizados como medios de producción. Este aumento del volumen de los factores productivos se ha generado principalmente por una mayor inmigración y un incremento de la participación de España en el comercio internacional, sobre todo dentro de la UE, donde se producen el 60% de los movimientos de bienes. España prácticamente siempre ha ido agazapada por detrás de sus competidores en cuanto a niveles de productividad per cápita, y hasta el año 2000 se debía casi exclusivamente a la ineficiencia de nuestro modelo laboral y el bajo dinamismo del sector secundario español, pero es que, tras el desarrollo de las nuevas tecnologías y la aparición de la Inteligencia Artificial, la brecha de productividad en contraste a nuestros socios europeos y americanos no ha hecho más que expandirse. Este incremento de la improductividad se debe al gran volumen de capital introducido recientemente en la economía española, el cual no está siendo empleado correctamente, ya que sus niveles de producción siguen siendo similares a anteriormente, lo que hace que la productividad se hunda constantemente.

Asimismo, debemos ser justos y no cargar más contra la productividad de la fuerza laboral española, ya que desde el año 1980, su productividad ha subido como la espuma, siendo hoy en día un 33% mayor que en la época de Adolfo Suárez. Este aumento de productividad se debe a las reformas aborales liberalizadoras del mercado, llevadas a cabo principalmente durante los mandatos de José María Aznar y Mariano Rajoy, las cuales han ayudado a adaptar los salarios reales a los niveles de productividad, aparte de facilitar las negociaciones particulares, llevando ambos factores al alza. La globalización tiene su parte del mérito en este proceso, y es que, al deslocalizar las tareas de manufactura a países con bajos costes de producción, generalmente potencias emergentes, se ha logrado reducir el tamaño del sector secundario en España, dando lugar a una mayor cuota del sector servicios. El sector terciario tiende como regla genera a emplear trabajadores con mayores niveles de cualificación, lo que ha hecho aumentar la productividad laboral de manera onerosa. Tan solo el 39% de la productividad total de los factores en España se asocia al mercado laboral, mientras que el 61% restante se debe al uso ineficiente del capital, en muchos casos por trabas burocráticas y fiscales, que impiden atraer empresas extranjeras a España y por tanto el desarrollo tecnológico, que debe venir acompañado de una reducción de costes que ahora mismo impiden las instituciones a través de variopintas cargas. Hasta ahora pensábamos que solo debíamos centrar nuestra política en incrementar la productividad laboral, pero hoy en día el gobierno debe promover un uso más eficiente y productivo del capital, y no lo puede hacer de mejor manera que simplemente quitándose del medio.

Finalmente, se deben reducir todo tipo de subvenciones a la industria, que lo único que hacen es sujetar sectores improductivos que llevan inconscientes vario años, tratando de dar la impresión de que aún siguen vivos, impresión que corre como siempre, a cargo del contribuyente. Asimismo, hay que promover la reinversión empresarial en España, para aumentar el tamaño de nuestras compañías y de las que deciden asentarse en nuestro país. La mejor manera de hacerlo es reduciendo el Impuesto de Sociedades a mínimos, permitiendo a España ser un foco de tracción de start-ups prometedoras y grandes empresas tecnológicas, ofreciendo un entorno de negocio agradable y flexible en cuanto a regulación. Por último, tenemos que seguir el ejemplo de las CCAA más productivas como son la Comunidad de Madrid o el País Vasco, y no hay mejor manera de hacerlo que promoviendo el desarrollo del tejido empresarial y el comercio internacional. Debemos de igual manera reducir el gasto en infraestructura improductiva, porque en al menos una cosa de este artículo están de acuerdo conmigo, y es que no tiene ningún sentido que el hospital ¿más grande de toda Europa! esté en… Toledo. Y es que el sempiterno gasto en sectores zombis, conlleva a la sempiterna improductividad. 

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