El peor enemigo de los jóvenes

16.12.2020 18:14

Este artículo fue previamente publicado por el Instituto Juan de Mariana: www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/el-peor-enemigo-de-los-jovenes

El salario mínimo es aceptado por mucha gente como una fórmula para elevar el nivel de ingresos de los más pobres, y, consecuentemente, aumentar el nivel de vida medio de los menos pudientes. Los trabajadores mayoritariamente afectados por esta política son aquellos menos formados, los jóvenes o personas con habilidades desfasadas o que llevan mucho tiempo desempleadas. Estos grupos de potenciales trabajadores son los que presentan una mayor proporción de integrantes cuyo salario en relación con el valor añadido generado por estos se hallaría por debajo del salario mínimo impuesto. El efecto sobre el desempleo del salario mínimo es especialmente sangrante sobre un grupo determinado: los trabajadores jóvenes, y aún más, los trabajadores jóvenes con baja formación. Para estos grupos, como veremos a continuación, en la grandísima mayoría de casos, el salario mínimo supone una barrera de entrada infranqueable al mercado laboral, que no merma únicamente sus ingresos presentes, sino asimismo futuros, teniendo un efecto depresivo sobre los ingresos potenciales a lo largo de toda la vida, al dificultar y retrasar la entrada al mercado laboral (Kalenkoski, 2013). Por ello, en este artículo me propongo hacer una revisión de la evidencia empírica disponible a través de la principal literatura económica referente a efectos del salario mínimo sobre desempleo y perspectivas laborales de los jóvenes, describiendo a su vez el marco teórico reforzado por dicha evidencia. Finalmente, destacaré uno de los pocos casos en los que existe un consenso en la academia en torno a una situación en la que el salario mínimo no solo no destruiría, sino que contribuiría a crear empleo. Sería la excepción que confirma la regla, y, tal y como observaremos al final del presente artículo, dicha situación se refiere a aumentos del salario mínimo en mercados laborales monopsónicos.

En primer lugar, cabe destacar un hecho que ya ha sido comentado, y es que a nivel global al grupo de trabajadores que más afecta el salario mínimo es a los jóvenes. Según el Bureau of Labor Statistics (BLS) de EE. UU., cerca del 53% de trabajadores jóvenes (16 a 24 años) se ven afectados por el salario mínimo, por lo cual resulta crucial analizar el efecto agregado del salario mínimo sobre las perspectivas de empleo de los jóvenes tanto en el presente como a futuro. Ciñéndonos al modelo clásico de un mercado laboral competitivo, podemos suponer que un aumento del salario mínimo o la imposición directa del mismo por encima del salario de equilibrio del mercado (siendo cada mercado un grupo determinado de trabajadores por edad, habilidades, formación, sector… pero no el mercado laboral nacional agregado), conllevaría a un aumento del desempleo en dicho mercado a través de varias vías: tanto a través de la reducción de horas trabajadas por empleado, eliminación de puestos en la empresa, eliminación de potenciales proyectos de ampliación de la contratación, etc. Esto también se generaría por un incremento de la oferta de trabajo, es decir, ante un salario mínimo legal más elevado, un mayor número de trabajadores potenciales encuadrados en los mercados más afectados por la medida, mostrarán una mayor disposición al empleo, generando un desequilibrio aún mayor entre los niveles de oferta y demanda de empleo. Es decir, un mayor salario mínimo aumenta el coste de oportunidad de los trabajadores -cuya productividad se halle por debajo de dicho salario- de permanecer desempleados, estudiando, etc., generando un mayor influjo de oferta de trabajo en el mercado. (Nota aclaratoria: para evitar confusión, recordemos que la oferta de trabajo son aquellas personas ofreciéndose para ser empleadas, mientras la demanda de trabajo es el número de trabajadores que las empresas desean contratar, todo ello a un determinado nivel salarial). Básicamente el desequilibrio generado entre ambas fuerzas del mercado sería el nivel de desempleo en ese segmento particular. Esto impediría que muchos trabajadores, jóvenes, por ejemplo, que podrían acceder al mercado laboral a un salario menor, ahora, a raíz de la imposición de un salario mínimo legal, se vean desplazados del mercado, viéndose desempleados desde una temprana edad, lo cual reduce sus ingresos medios durante toda la vida laboral.

Tras esta breve descripción del marco teórico sobre el que se efectúa el presente análisis, cabe preguntarse si la evidencia empírica presente en la literatura especializada al respecto respalda (o no) las predicciones del modelo teórico básico. Podemos afirmar que sí. Veamos los datos.

Neumark et al. (1992) muestran que, para el caso particular de EE. UU., un incremento del salario mínimo cercano al 10% generaría un descenso de la tasa de empleo cercano al 2% en cuanto a adolescentes (16 a 19/20 años) y de entre el 1,5% y 2% para adultos jóvenes. Esto se encuentra reforzado por otro paper, en este caso de 2014, también de Neumark pero con otros coautores, que confirma que la tendencia se mantiene en la actualidad en el mercado laboral juvenil estadounidense, y que frente a un aumento del salario mínimo del 10% se destruye un 1,5% de empleo juvenil. Aunque el efecto en cada estado sea muy diferente (Wang et al., 2018), la tendencia general a nivel nacional es a observar grandes destrucciones de empleo juvenil ante aumentos del salario mínimo, llegando en el caso de algunos estados a reducir la tasa de empleo juvenil en hasta un 7% ante un aumento del salario mínimo de un 10% (Williams, 1993).

Por fortuna, para el caso de Europa, y en concreto de la Unión Europea, existe abundante literatura al respecto de la que se pueden extraer detalles y conclusiones muy esclarecedoras. Un paper de Laporsek et al. (2013) diferencia entre dos grupos de afectados por el salario mínimo: aquellos con edad entre 15 y 19 años, y aquellos de entre 20 y 24 años. Para el caso del primer grupo, un aumento de un 10% del salario mínimo aplicable a dicho grupo conllevaría una destrucción de empleo de entre el 7,4% y 10,5%, mientras que, para el segundo grupo, la tasa de empleo se contraería entre un 2,9% y 3,8%. ¿A qué se debe que ante una tasa similar de aumento del salario mínimo se destruya más empleo juvenil en Europa que en EE. UU.? Neumark y Wascher (2004) tienen una respuesta para ello, y es que, aquellos países de la OCDE que presentan una menor flexibilidad de las regulaciones laborales y tienen una mayor tasa de sindicalización, son aquellos que más empleo destruyen ante aumentos del salario mínimo. Por lo general, en cuanto a regulación del mercado laboral y tasa de sindicalización, los europeos somos campeones del mundo. Neumark también señala que dicho efecto se ve algo suavizado en aquellos países europeos que presentan políticas activas de empleo eficientes. Por todo ello, podemos afirmar que la evidencia empírica disponible tanto para Europa, como para EE. UU. y la OCDE en su conjunto, respalda las predicciones del modelo teórico básico del mercado laboral competitivo para el caso del empleo juvenil.

Pero ¿cuál es el efecto de un aumento del salario mínimo sobre la renta salarial agregada del conjunto de la economía e incluso de un determinado grupo poblacional? A este respecto no hay demasiada evidencia empírica sólida disponible (o al menos, yo no he sido capaz de encontrar una gran cantidad en los journals especializados). Uno de los papers más destacables al respecto sería el de David Card (1992) para el caso de California, mostrando que la mera introducción de un salario mínimo por encima del nivel de mercado para trabajadores de bajo valor añadido reduce el salario de estos trabajadores entre un 5% y un 10% de media. Esto se debe a que, aunque el salario de aquellos que logran mantener el empleo aumenta debido a la imposición del salario mínimo, los trabajadores que resultan desempleados a raíz de dicha política reducen la media salarial de este grupo, generando efectos negativos persistentes y prolongados en el tiempo, propios del desempleo de largo plazo.

Finalmente, me gustaría repasar un escenario particular muy interesante en el cual la introducción de un salario mínimo podría incluso generar empleo. En el caso de que el mercado de trabajo para jóvenes sea un monopsonio, es decir, que la única empresa en ese sector del mercado tuviera poder de mercado suficiente para marcar el nivel salarial, un aumento del salario mínimo, o la mera introducción de este podría incrementar el empleo entre los jóvenes (Card, 1992). Esto se debe a que previamente al cruce de la curva de demanda de empleo y la curva de coste marginal, aumentar el número de trabajadores empleados generaría mayor beneficio, debido a que los ingresos marginales de aumentar la producción en las unidades aportadas por un trabajador adicional, sería mayor que el salario de dicho trabajador. Por ello, en un mercado laboral monopsonístico, el salario mínimo se podría elevar hasta el punto de equilibrio descrito (que no es necesariamente el equilibrio de mercado) sin destruir empleo en ese segmento del mercado laboral en particular.

En conclusión, tal y como muestra el modelo teórico básico del mercado laboral competitivo (tanto sectorial como por rangos de edad o cualificación), y tal y como respalda la evidencia empírica disponible, la introducción de un salario mínimo superior al salario de equilibrio en el mercado laboral particular de cada grupo poblacional, generaría desempleo en ese grupo y una contracción de la renta salarial agregada de ese mismo segmento poblacional. Por lo tanto, debemos repensar el salario mínimo, en especial para grupos fuertemente vulnerables a sus efectos, como son los jóvenes o los trabajadores menos cualificados. El salario mínimo es el peor enemigo de los jóvenes.

Referencias

Kalenkoski, C. M., and D. J. Lacombe (2013), “Minimum wages and teen employment: A spatial panel approach.” Papers in Regional Science 92:2: 407–417.

Neumark, D., and W. Wascher (1992), “Employment effects of minimum and subminimum wages: Panel data on state minimum wage laws.” Industrial and Labor Relations Review 46:1: 55–81.

Neumark, D., M. I. Salas, and W. Wascher (2014), “Revisiting the minimum wage-employment debate: Throwing out the baby with the bathwater?” Industrial and Labor Relations Review 67:3: 608–648.

Williams, N (1993), “Regional effects of the minimum wage on teenage employment.” Applied Economics 25:12: 1517–1528.

Laporsek, S (2013), “Minimum wage effects on youth employment in the European Union.” Applied Economics Letters 20:14: 1288–1292.

Card, D (1992), “Do minimum wages reduce employment? A case study of California, 1987–89.” Industrial and Labor Relations Review 46:1: 38–54.

Card, D (1992), “Using regional variation in wages to measure the effects of the federal minimum wage.” Industrial and Labor Relations Review 46:1: 22–37.

Wang, W., P. Phillips, S. Liangjun (2018), “The heterogeneous effects of the minimum wage on employment across states.” Economic Letters. : 179-185.

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