EL JUEGO DE LAS POMPAS

15.06.2017 21:17

Desde principios de la crisis financiera del 2008, hemos sido meros observadores de la política monetaria más expansiva llevada nunca a cabo por un banco central en Europa, a través del quantitative easing, y aunque muchos economistas justifican las acciones del BCE, hemos de ser sinceros a la hora de decir, que nos encontramos ante el segundo escenario con tipos de interés más bajos en los últimos 100 años, por detrás de la hiperinflación alemana tras la Primera Guerra Mundial. Debemos ser conocedores de nuestra historia y no tropezar dos veces en la misma piedra, ya que lo que el consenso suele ver como la solución apropiada a los problemas en la economía, nunca suele ser la decisión correcta. La expansión crediticia no solo se centra en el BCE, sino en un gran número de bancos centrales alrededor del mundo, que esperan continuar con su expansión de la masa monetaria, reduciendo el valor de sus respectivas divisas, y consecuentemente creando una de las mayores burbujas monetarias a nivel mundial. Pero lo mejor de todo, es que aún no hemos visto nada, y todavía nos quedan por admirar las políticas más agresivas de esos mismos bancos centrales, mientras aplaudimos como incrédulos al son del mass media. En algunos casos se prevé aún una expansión de $100 trillones más aún en el conjunto de la economía nivel global, cifra sobre la que tiene un gran efecto el Brexit, que ha afectado llamativamente el ejercicio de los bancos centrales este último año.

No queda duda alguna de que los bancos centrales alrededor del mundo han estado imprimiendo dinero como locos, y lo seguirán haciendo hasta que se acabe la tinta de la impresora si nadie les para antes. Esta expansión crediticia se camufla con el bonito y remilgado nombre de quantitative easing, y se vende como la panacea a todos los problemas de la sociedad, mientras se restringe el préstamo de las instituciones privadas al BCE a través de tipos del -0,4%, a la vez que se mantiene el programa de compras de 60.000 millones de euros al mes en bonos. Por lo tanto, si se contrae el volumen de depósitos en el BCE, por lo tanto, el capital disponible de este ente, y por otro lado se mantiene estable el valor gastado mensualmente en bonos… ¿con que se cubre el excedente?, es decir, lo que no cubre el capital… muy fácil, y es que aquí entran en juego las expansiones monetarias. El BCE tiene en sus manos cerca de 1 trillón de euros al mes nuevos cada año, mientras la Fed se encuentra en estos momentos imprimiendo cerca de 3 trillones de dólares en el mismo periodo de tiempo. Es desconocida a la vez la situación del Banco Central de China, pero es suficientemente conocida su estrategia como para saber que estarán tratando de ampliar liquidez.

El objetivo principal de desarrollo de estas políticas era la creación de empleo y el crecimiento económico, pero si hacemos un análisis sobre el efecto directo de esta política sobre ambos factores, la podremos calificar como un claro fracaso, ya que el FMI ha reducido las expectativas de crecimiento tanto de Europa como de EEUU a la par desde el 2012, mientras el empleo generado en la zona euro se debe a un incremento de la productividad por empresas líderes en su sector, y no por rentistas viviendo del bajo coste del pasivo. Mientras tanto, los políticos de cada país se han dedicado a sacar provecho a estas inyecciones de liquidez a través de un mayor despilfarro del dinero público, y no solo es que esto haya reducido el poder adquisitivo de los consumidores a través de la inflación, sino que también se han cobrado 10 trillones de dólares adicionales en impuestos en la economía mundial desde el comienzo de las loose monetary policies.

El incentivo que puede tener EEUU a la hora de seguir con estas políticas puede ser enorme, y es que para financiar sus costes de guerra, y teniendo en cuenta que su divisa es dominante en el mercado global, tienen dos opciones para incrementar la capacidad adquisitiva del Estado; una de ellas, cobrar unas tasas de impuestos más altas, lo que a su vez contraería la inversión y el consumo; o de manera encubierta y sin ser vistos, imprimir algunos papeles verdes, por los que al final pagará la población a través de la inflación subyacente. Algunos de los misiles disparados en Afganistán tienen un coste medio de 1 millón de dólares, y mientras para financiar 1.000 de esos misiles se debería de generar un incremento en ingresos reales de 1 billón de dólares en el conjunto de la población, mientras que con la ayuda de la impresora, este billón puede estar listo en tan solo unas horas, sin tener efectos a primera vista sobre la economía, pero siendo un tumor eterno en el largo plazo, por el que siempre terminará pagando el contribuyente, ya que la deuda existe y por mucho que la escondamos debajo de la alfombra, terminará saliendo.

Mucha gente cree que las costumbres y tradiciones cambian con la distancia, pero créanme si les digo que hoy en día podemos viajar 10.149,95 km de EE.UU. a Japón y ver como se aplican las mismas políticas monetarias, eso sí, esta vez a lo bestia. El fracaso de Abenomics ha sido estrepitoso, y en referencia a su economía, Japón tiene hoy en día el nivel de deuda sobre PIB más alto del mundo desarrollado, siendo del 237,97%/PIB, mientras realiza esfuerzos nulos por reducirla y mantiene incandescentes los incentivos perversos para mantener la deuda, firmando anualmente un déficit del 3,51% en el último año, pero llegando a ser del 9,78% en el año 2009. A su vez, el primer ministro japonés, Shinzo Abe se parte la caja exponiendo públicamente como piensa cubrir ese agujero de deuda, y si, una vez más… subiendo impuestos. El incremento de impuestos puede tener efectos dramáticos en una población caracterizada por su alta productividad y su bajo consumo, mermando aún más el flujo de capital interno del país, pero por otro lado también propone cubrir la deuda generando más deuda y exprimiendo el poder adquisitivo de la población acudiendo al viejo y destructivo método de la expansión crediticia.

La única salida posible para los bancos centrales en el mundo es incrementar los tipos de interés, promoviendo el ahorro y la rentabilidad empresarial, forjada siempre en modelos estables y longevos. También deben de igual manera promover reformas estructurales que den pie a un mayor volumen empresarial e incrementos de la productividad y la eficiencia, como reducciones en las tasas de impuestos sobre Renta y Sociedades. Se deben construir las bases de una economía estable y de futuro, pensando en quemar toda la deuda que durante estos últimos años se ha generado, pero solo se puede hacer desde la cautela y la inversión de calidad, junto con apreciaciones importantes de las principales divisas. Justo lo contrario que se ha hecho durante la época de los ojos rojos de los banqueros y los gritos de “¡a crecer!”, sin ni siquiera mirar el esquema y modelo financiero insostenible que se estaba perpetuando a cargo del contribuyente.

Un tema que últimamente se encuentra muy presente en el entorno de las finanzas, tanto públicas como privadas, y que asola a los bancos centrales, habiendo podido influir en sus decisiones de política monetaria es el Brexit. El Brexit en primer lugar ha podido tener un efecto positivo, ya que puede haber influenciado ese “rescate” por parte del BCE de 44 billones de euros del gobierno italiano a sus entidades bancarias, ya que, al no disponer de liquidez suficiente, esta materia se ha complicado. El Bank of England ha sido uno de los mayores promotores de la política monetaria laxa al recortar tipos de interés más de 300 veces en los últimos 10 años y haber impreso cantidades abrumadoras de dinero, jugando con el factor del gran valor del que disponía la libra. El BoE ya no dispone de estas armas o herramientas, ya que el factor del valor superior de su divisa se ha perdido a causa del Brexit, que ha causado una devaluación de la libra cercana al 25% en contraste al euro desde junio de 2016. Finalmente, los mercados financieros esperan ansiosos que la Fed suba los tipos de interés para poder encontrar un entorno de crecimiento estable donde invertir a menores cuotas de riesgo y realizar un mayor número de depósitos, y ante este escenario, la respuesta de muchos gobiernos tras el Brexit ha sido tristemente la de promover devaluaciones monetarias y generar más deuda.

Ya vivimos la hiperinflación en la Alemania de los años 20, y no debemos repetir esa situación. Todo comenzó de la misma forma, con mayores expansiones monetarias con el único objetivo de cubrir la deuda, que terminaron solamente destruyendo la riqueza privada y agrandando la bola de nieve de deuda. La única solución que actualmente se puede tomar ante tal situación es una subida de tipos progresiva y concienciada por parte de todos los bancos centrales, porque si nuestra economía sufre por una subida del 0,25%, entonces es que el problema no está en la política monetaria, sino en la estructura y el modelo empresarial. La facilitación de entrada al mercado y la atracción de capital inversor no se debe alcanzar a través de laxitud en las políticas monetarias, sino con reducciones de impuestos, principalmente el de Sociedades, para permitir a las empresas crecer en un entorno competitivo y con gran potencial de crecimiento, siendo esta la única manera de evitar la futura represión financiera y una burbuja aún mayor que la del 2008. Una liberalización de la economía y una política monetaria realista son las únicas alternativas posibles para solventar el agujero negro de deuda, algo que nunca conseguiremos si nuestros bancos centrales siguen jugando a hacer pompas. 

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