COP 27: El mercado y la transición energética

19.02.2023 14:54

Este artículo fue originalmente publicado por el Instituto Juan de Mariana: juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/cop27-el-mercado-y-la-transicion-energetica/

La transición energética en pro de una producción de energía cada vez más limpia y menos contaminante es cada día un tema de mayor relevancia en la academia, los medios de comunicación y el grueso de la sociedad occidental. Cuando se plantea el debate sobre cómo se debe afrontar dicha transición, se suelen enfrentar dialécticamente los objetivos de la llamada “transición verde” con el mercado y, más en general, el funcionamiento del sistema capitalista. Es decir, se plantean como antónimos la posibilidad de lograr dicha transición y la perduración del presente modelo económico predominante en Occidente. La idea central de muchos de estos discursos es que una economía de mercado jamás permitiría lograr dicha transición, ya que, supuestamente, su modelo de crecimiento se basa en la persistente explotación de los recursos disponibles, por lo que conduciría irremediablemente al agotamiento de estos y no al reemplazo de su uso por otros más sostenibles en el tiempo.
 
Tal y como muchos lectores de esta columna habrán pensado, el planteamiento descrito en el párrafo anterior y empleado por muchos detractores de la economía de mercado es profundamente erróneo, empezando por el simple hecho de que los agentes económicos se guían por incentivos y la economía reacciona basándose en las acciones causadas por estos. En el caso de las energías renovables, su implementación a través del mercado depende principalmente de su rentabilidad, ya que la inversión en estas está guiada (como en el caso de cualquier bien o servicio) por el incentivo que supone el beneficio monetario. En el momento en el que la inversión en energía solar, eólica o de otras fuentes renovables sea más rentable que los combustibles fósiles, será el propio mercado el que haga virar la tendencia hacia las energías verdes y conlleve a su preponderancia sobre todas las demás.
 
Por supuesto, no niego que existan fallos de mercado ni situaciones externas que puedan causar un retraso en la implementación de energías renovables, aunque estas fuesen más rentables. Por ejemplo, existen externalidades que hacen que el coste de capital en los países emergentes sea tan elevado que desincentive la inversión en energías limpias, a la vez que se logra el requerido crecimiento económico para el desarrollo de estas naciones. Otro de los elementos en los que puede ser necesaria una mínima intervención del Estado para acompañar a las fuerzas de mercado en dicha transición es en la aceleración de la transformación y evolución tecnológica que haga viable una producción de volumen energético suficiente a partir de determinadas fuentes, alcanzando economías de escala que las hagan suficientemente rentables como para atraer inversión privada. Aun así, y pese a algunas intervenciones del Estado para corregir determinados fallos de mercado y lubricar el flujo de inversión hacia las energías renovables, el principal y más importante incentivo no dejaría de ser el beneficio económico.
 
Por supuesto, puede darse el caso (y se da y dará) de que haya intereses económicos involucrados que causen que los gobiernos actúen de determinadas maneras (captura del regulador), frenando determinadas inversiones o protegiendo desfasados conglomerados empresariales que hoy en día no serían rentables sin el apoyo de los poderes públicos. Un ejemplo de ello lo hemos visto en la cumbre de la COP27 en Egipto, en la que multitud de estados y compañías petroleras han defendido sus intereses con uñas y dientes y han apoyado la idea de que dichos estados sigan subsidiando y tratando de manera preferente a determinadas empresas petroleras, muchas de ellas con enorme poder económico y político. Desde una posición liberal, deberíamos oponernos frontalmente a un caso tan explícito de captura del regulador, que, además de explotar al contribuyente, promueve una enorme generación de externalidades negativas que finalmente terminan pagando los propios contribuyentes.
 
Una vez analizados los factores previamente descritos, conviene estudiar cuál es la situación actual de las energías renovables con respecto a otras tecnologías dominantes y cuál ha sido y es el rol del mercado en su propagación. Si tuviéramos que explicarlo de manera breve, sería acertado afirmar que las propias fuerzas de mercado han contribuido a acelerar la tendencia de la transición verde, pero, de momento, no de forma lo suficientemente rápida como para alcanzar los objetivos de transición marcados por determinados expertos y agencias. Aun así, la dirección es muy positiva, ya que la Agencia Internacional de la Energía Renovable, ha mostrado en un reciente informe que el coste de producir electricidad a partir de fuentes renovables ha caído en picado desde 2010, convirtiéndola así en una fuente más rentable y con mayores posibilidades de difusión. El caso más llamativo de reducción de costes de producción es el de la energía solar, descendiendo en más de un 88% desde 2010, lo cual unido a otras fuentes renovables muestra un elevado potencial de transformación del mix energético.
 
Aunque en teoría ese debería ser el caso, la realidad es que la reducción en costes de producción no ha sido acompañada de forma directamente proporcional por el crecimiento del peso de la energía renovable en el mix energético. En 2021, este alcanzo el 25% en la UE, pero en el conjunto del globo la cifra es significativamente más baja, alcanzando tan solo el 13% del mix. Además, la cifra de emisiones totales del conjunto de fuentes energéticas no se ha reducido para el conjunto del planeta, aunque sí existen serias previsiones de que se alcance un punto de inflexión en un futuro cercano, tras el cual el nivel de emisiones anual global caiga significativamente antes de 2030.  
 
Al ritmo actual, para que esto ocurra se debería incrementar de forma masiva el uso de fuentes de energía de bajas emisiones, de las cuales la mayoría son de energía renovable o nuclear. Por lo tanto, la lucha política contra la energía nuclear que se lleva dando en Europa un par de décadas no ha ayudado nada en este sentido. En consecuencia, si queremos que la situación cambie de verdad, no solo hemos de proporcionar incentivos para la inversión renovables, sino también permitir la prolongación de la vida de las centrales nucleares e incentivar la inversión en este tipo de fuente de energía.
 
Tal y como he descrito antes, podemos ver que la tendencia del mercado hacia un mayor peso de las energías limpias en el mix total va en la buena dirección, aunque probablemente se deba incentivar una aceleración de dicha tendencia. El problema se encuentra ahora en cómo hacer esto último. Claramente, las subvenciones directas a la energía renovable no son una opción, ya que su fracaso se ha constatado en multitud de ocasiones. Por lo tanto, la solución probablemente consista en una mayor inversión en I+D para desarrollo de fuentes de energía limpia, incentivos fiscales y regulatorios que contribuyan a promover la inversión en expansión de plantas de renovables y nuclear. De esta manera, junto con una mayor rentabilidad futura de las energías renovables, se lograría una más rápida reducción del peso de la energía procedente de combustibles fósiles en el mix energético.

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